La relación padres-hijos, a través de la educación en valores, constituye el primer peldaño de la formación emocional. La enseñanza de los valores comienza por el hogar, los padres son los encargados de promover un ambiente de amor comprensión y aceptación.
Como padres somos los responsables de trasmitir los valores universales a nuestros hijos por encima de la escuela y otras instituciones. Enseñar con base en modelos y ejemplos beneficiará en el respeto de los hijos hacia los padres.
Es más fácil adquirir hábitos y costumbres desde pequeños que imponerlos en la etapa adulta.
Si se practican en el día a día los valores universales en el hogar es más fácil hacer uso de ellos en otros círculos sociales como el resto de la familia, la escuela, el trabajo, etcétera. Lo que se aprende en casa se transfiere a otras situaciones.
Es importante propiciar situaciones en familia para que nuestros hijos integren valores, no se trata de imponérselos sino de aprenderlos y que los asuman como propios.
Las palabras y los hechos son la pieza clave en la formación de los hijos. Dedicarles tiempo a nuestros hijos es fundamental, tiempo en cantidad y en calidad. De esa forma les reiteramos que son importantes para nosotros. Hay que transmitirles respeto en sus sentimientos y ser empáticos con ellos.
Nuestros hijos se dan cuenta de nuestras equivocaciones, la actitud que tomamos frente a éstas, les enseñará cómo actuar ante sus propias faltas.
En casa es importante practicar la escucha, ser conscientes de que siempre hay algo nuevo que aprender. Ser receptivos y saber escuchar es fundamental.
En cada actividad en familia, es necesario mantener los roles de familia, estableciendo límites a través del respeto y comprensión de las funciones que a cada integrante le corresponde.
Fuente: Faure, J. (2007) Educar sin castigos ni recompensas. México: Lumen