Tras el verano, un nuevo curso y con él hay que volver a plantearse el horario de nuestros hijos. "¿Qué les vendrá mejor, natación o informática, piano o karate?". Después de las clases y los deberes les sobra mucho tiempo y quizá, con la mejor de nuestras intenciones, les llenamos esas horas libres con actividades que suenan muy bien. Sin embargo hay que tener cuidado de no sobrecargarles demasiado y escoger aquellas que complementen su formación.
A estas edades, los chicos y chicas no están demasiado agobiados con el estudio. Por el contrario, tras repasar sus lecciones y hacer los deberes, les queda aún tiempo por la tarde. Y si pensamos en el montón de horas que tienen los fines de semana, casi podríamos decir que les sobra tiempo. Pero las actividades extraescolares no sirven tan solo para mantenerles ocupados, lo principal es que complementen su formación (¡aunque quién puede negar lo cómodo que resulta tenerles ocupados en vez de deambular por la casa toda la tarde!).
Los vecinos, compañeros, primos... todo el mundo inscribe a sus hijos a actividades y parece que seríamos unos irresponsables si no lo hiciéramos. ¡No les estamos ofreciendo posibilidades! Y puede que nos entren los agobios para que se preparen lo mejor posible, para que aprendan ahora, que asimilan como esponjas, lo que les ayudará en el futuro... ¡Alto! No hay que creer que inscribiéndolos a todo se convertirán en pequeños genios; más bien , estaríamos dejándonos llevar por las presiones sociales.
No hay duda de qué interesante sería que nuestros hijos hablaran varios idiomas, tocaran diversos instrumentos, crearan páginas we, jugaran tenis... Se trata de un peligro bastante real: no podemos agobiar a los hijos y hacerles un horario "superajustado" desde que salen del colegio hasta que cenan. Necesitan no sentirse presionados, son aún demasiado jóvenes para que por nuestra culpa, comience a afectarle el estrés. A estas edades, deben poder <<jugar>> además de <<aprender>>, por que una cosa es tan importante como la otra.
Lo primero que tenemos que pensar es: ¿Qué objetivo perseguimos con las actividades extraescolares?
La principal ventaja es que son un complemento a la formación, por lo tanto, deben ser actividades que permitan desarrollar nuevas habilidades o aficiones para las que no queda tiempo durante la jornada escolar. A veces, estas actividades pueden resultar más importantes para su futuro profesional que algunas asignaturas del colegio.
Serán ventajosas siempre y cuando tengamos en cuenta cuáles les convienen más. Entonces, podrán despegar todas sus potencialidades: educación en el ocio, atención y concentración, trabajo en equipo, coordinación, gusto y sensibilidad... Algunas mejorarán sus puntos fuertes, otras reforzarán sus puntos débiles.
A los conocimientos adquiridos en las clases se suman otras experiencias distintas. Hay unas más académicas (como inglés matemáticas, etc.) que ayudan a consolidar los conceptos mediante un trato más individualizado. Otras (como baloncesto, baile, música, etc) ejercitan y ponen a prueba sus habilidades y capacidades, descubren nuevos aspectos de su personalidad. Por último, aumentan su círculo de amistades y aprenden a relacionarse con los demás.
Las actividades deben gustarle a nuestros hijos. Y si hay varios hermanos en casa, la postura no puede reducirse a <<todos lo mismo>>. Si es posible, mejor, pero cada hijo es cada hijo y lo que le viene a uno, tal vez no le guste nada al otro, o se sienta inferior. Sabiendo conjugar sus gustos, con nuestras posibilidades e intereses, y sabiendo motivarles, nuestro hijo disfrutará en la actividad que al final elijamos.
Hay que tener muy claro que estas actividades han de sustituir horas de televisión o de sofá, nunca de convivencia familiar, deberes o juegos. Es decir que si por hacer ballet o jugar al fútbol no están en casa nunca y no les queda tiempo para los ejercicios de matemáticas del día siguiente, no estaríamos haciendo un bien a los hijos. Por eso también sería bueno desechar actividades que obliguen a grandes pérdidas de tiempo en desplazamientos.