En la actualidad, es frecuente encontrar un número significativo de maestros preocupados por las conductas que observan en sus estudiantes de secundaria y bachillerato (a veces inclusive en los últimos grados de primaria); chicos y chicas con actitud poco asertiva, retadora, desconsiderada o grosera; alumnos que se ven retraídos, evitando interactuar, y socializar tanto con su grupo o con sus propias familias.
Sobre este tema, Investigaciones recientes manifiestan que el uso excesivo de redes sociales y el continuo bombardeo de los medios de comunicación, los llevan a actuar siguiendo modelos perjudiciales y percepciones erróneas del entorno que provocan situaciones de riesgo.
En algunas ocasiones puede sumarse la situación que vive el estudiante en su casa, la presión de grupo y las típicas situaciones de la edad. Todo lo anterior puede llegar a desencadenar serias consecuencias para la vida del adolescente en el presente y como futuro adulto.
Los estudiantes, con la habilidad de comunicarse de una forma eficaz, entablan relaciones con facilidad, conversan con otros, transmiten y recaban información sin tropiezos durante las conversaciones y dejan a los demás con una agradable sensación. ¿Qué factores son clave para formar estudiantes positivos? Principalmente, dos aspectos: una autoestima equilibrada y el desarrollo de habilidades sociales.
Para comenzar es importante referir que las habilidades sociales son comportamientos sociales específicos, que en conjunto forman las bases del actuar socialmente competente y que implican un conjunto de comportamientos adquiridos y aprendidos.
Las habilidades sociales son las capacidades o destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar competentemente una tarea interpersonal. Son conductas aprendidas para hacer una petición, responder a un saludo, manejar un problema con un amigo, empatizar y comprender el sentir de la otra persona, hacer preguntas, expresar tristeza, decir cosas agradables y positivas a los demás. Por lo que aquellos estudiantes que muestren habilidades sociales positivas funcionarán mejor en el ámbito escolar, social y profesional, generando interacciones positivas en su entorno.
A la par, resulta clave que el alumno desarrolle también habilidades cognitivas que lo ayuden a controlar sus emociones, y manejo de sentimientos para la toma de decisiones responsables. En toda institución educativa, sea pública o privada, es fundamental promover una educación integral, diseñando y operando programas para trabajar habilidades sociales y de desarrollo personal.
Hay que destacar que el éxito de un programa de desarrollo de habilidades sociales depende de muchos factores como: el grado de compromiso que tengan los directivos, de la preparación en el área personal de los profesores y del contexto donde se desenvuelve el alumno para que pueda creer en el verdadero potencial de sus alumnos y que auténticamente crea que la enseñanza sistemática de las habilidades sociales favorece el desarrollo integral de cada persona y por ende tiene un impacto directo en el clima escolar y familiar.
La escuela cumple con su función socializadora entre comportamientos y actitudes sociales. El aula, el colegio, es el contexto social en el que los niños y jóvenes pasan gran parte de su tiempo relacionándose entre sí y con los adultos; la escuela constituye, pues, uno de los entornos más relevantes para el desarrollo social de los niños y adolescentes. Es esencial que los padres creen espacios de comunicación con sus hijos, fomentando tiempo de calidad y sobre todo un clima de aceptación y confianza. La escuela y familia debe ocuparse de formar para la vida.